"Creo en el sol aun cuando no alumbra;
creo en el amor aun cuando no lo siento;
creo en Di's aun cuando calla"
(Inscripción encontrada en la ciudad de Colonia, Alemania
sobre el muro de un sótano en el que un grupo de Judíos permaneció
escondido
durante toda la guerra.)
Trascripción de la Carta de Josef Racover de Tarnopoll en el Guetto de
Varsovia.
En una de las ruinas del gueto de Varsovia, entre montículos de
piedras y de
huesos humanos calcinados, metido en una pequeña botella tapada, se
encontró
el siguiente testamento escrito en las últimas horas de ese gueto
por un
judío llamado Josef Racover
Varsovia, 28 de abril de 1943.
Yo, Josef, hijo de David Racover de Tarnopoll, seguidor del Rabí de
Guer y
descendiente de los hombres justos y santos de las familias de
Racover y
Maizls, escribo estas líneas mientras las casas del Guetto de
Varsovia están
en llamas, y la casa donde estoy es una de las pocas que no arden
todavía.
Durante varias horas, estamos sometidos a un intenso fuego de
artillería que
estalla sobre nosotros y no falta mucho para que el concentrado cañoneo
reduzca a escombros los muros que me rodean y convierta esta casa,
como casi
todas las del gueto, en la tumba de sus habitantes y defensores.
A juzgar por los delgados e intensamente rojos rayos de sol que se
filtran
por la semitapada ventanita de mi cuarto, debe estar atardeciendo y
a punto
de caer la noche. Probablemente el sol no sepa qué poco voy a
lamentar no
volver a verlo.
Algo extraño nos ha sucedido, todos nuestros conceptos y
sentimientos han
cambiado.
Ahora la muerte, una muerte rápida, instantánea, nos parece
liberadora; los
animales salvajes me resultan tan queridos que me duele que se
compare con
ellos a esos malvados que sojuzgan Europa.
No es cierto que Hitler tenga algo de bestial. Estoy convencido de
que es un
típico producto de la humanidad actual. La humanidad entera lo
engendró y
educó, y él es quien sinceramente mejor expresa sus más íntimos y
ocultos
deseos.
Sentía vergüenza ante un perro por ser un hombre y no un animal. A ese
estado espiritual hemos llegado: la vida es una desgracia; una
calamidad; el
animal un ideal; el día, un espanto; la noche, un refugio.
Millones de personas en el vasto mundo, enamorados del día, del sol
y de la
luz, no tienen la más remota idea de cuánta oscuridad y desdicha nos ha
traído el sol, vuelto instrumento en manos de malvados para
descubrir las
huellas de quienes huyen.
Cuando mi mujer, mis hijos y yo, seis en total nos escondimos en los
bosques, la noche, sólo la noche nos acogía en su regazo. El día nos
entregaba a nuestros perseguidores y asesinos. Recuerdo con dolorosa
claridad, el día que los alemanes barrieron con fuego nutrido a los
miles de
refugiados en la carretera de Grotne a Varsovia.
Los aeroplanos aparecieron con la salida del sol y perseveraron en
su tarea
asesina durante el día entero, sin darnos tregua.
En esa masacre pereció mi esposa con nuestro hijito de siete meses en
brazos, y ese mismo día desaparecieron otros dos de mis cinco hijos
restantes, desaparecieron sin dejar huella, eran David y Yehuda, uno de
cuatro y otro de seis años de edad.
Al anochecer, un puñado de sobrevivientes continuaba su camino a
Varsovia, y
yo, con mis otros tres hijos, comenzamos a buscar en los campos y en
los
bosques de la masacre, a los otros dos niños; la noche entera los
llamamos y
solo el eco nos contestaba, nunca más vi a mis dos niños. Y más
tarde un
sueño me dijo que estaban en manos de D-s. Mis otros tres hijos
murieron en
el término de sólo un año en el Guetto de Varsovia.
Rújele, mi hija de 10 años, oyó que era posible encontrar mendrugos
de pan
en el basural público fuera de los muros del guetto. El guetto padecía
hambre en esa época y la gente que moría por inanición yacía en las
calles
como andrajos amontonados. La gente del guetto estaba preparada para
enfrentar cualquier muerte, menos la del hambre.
Rújele no me había contado nada sobre su plan de escurrirse fuera del
guetto, lo cuál estaba penado con la muerte; ella y una amiguita de
la misma
edad, emprendieron el peligroso viaje, dejó la casa al abrigo de la
oscuridad y, al salir el sol ambas fueron avistadas del otro lado de
los
muros del guetto; guardias nazis y decenas de sus agentes polacos,
comenzaron la persecución de las dos niñas judías, que se
aventuraron a la
búsqueda de un pedazo de pan en un tacho de basura.
Los que presenciaron y presenciamos esta cacería desde las ventanas, no
podíamos creer lo que veíamos. Decenas de malvados poseídos de una
furia
homicida persiguiendo a dos hambrientas niñas de diez años como si
fuesen un
par de peligrosísimos criminales en fuga; no pudieron soportar mucho
esa
competencia desigual; una de ellas, mi hija corriendo con sus últimas
fuerzas, cayó exhausta al suelo y los nazis le le clavaron una
bayoneta en
la cabeza, la otra niña escapó pero dos semanas más tarde falleció
trastornada.
El quinto de mis hijos Jacob, un niño de 13 años, murió de
tuberculosis el
día de su Bar Mitzvat, y la muerte fue una liberación para él; mi
última
hija Jaya, de 15 años, pereció durante un Kender – Action (Operación de
niños), que comenzó con el alba del último día de Rosh Hashaná y
término al
amanecer.
Al caer esa noche centenares de familias judías habían perdido a sus
hijos.
Ahora llegó mi turno. Y como Job, puedo decir de mí, y no soy el
único que
puede decirlo, que vuelvo a la tierra desnudo, tan desnudo como el
día que
nací.
Tengo 43 años, y al mirar mi pasado, puedo afirmar, hasta donde un
hombre
puede estar seguro de sí mismo, que la mía fue una vida honesta y
que amé a
Di´s con todo mi corazón. Fui bendecido con éxitos, pero nunca me he
jactado
de ellos; mis posesiones fueron extensas y mi casa siempre abierta
para el
necesitado; yo servía a Di´s con entusiasmo y mi solo pedido era que
El me
permitiese honrarlo con todo mi corazón, con toda mi alma y con
todas mis
fuerzas.
Tengo aún tres botellas de gasolina, son tan preciadas para mí como
el vino
para el borracho. Después que vacié una voy a meter en la botella
vacía el
papel en el que estoy escribiendo estas líneas y voy a esconderlas
entre los
ladrillos de la semitapada ventanita de esta habitación. Si alguien
encuentra alguna vez y lee estas páginas, tal vez comprenda los
sentimientos
de un judío, de uno entre millones que murieron.
Éramos doce en esta habitación al comenzar el levantamiento; durante
nueve
días combatimos al enemigo; mis once camaradas cayeron muriendo
silenciosamente en la batalla, incluyendo el pequeño de 5 años que
vino aquí
solo Di´s sabe cómo, y ahora yace muerto cerca mío luciendo en su
cara una
sonrisa como la de los niños que sueñan pacíficamente; también este
niño
murió con la misma calma épica que sus camaradas mayores.
Yo estoy recostado en el suelo escribiendo estas líneas, rodeado de
mis
compañeros muertos. Dentro de una hora o dos, si mi rostro no es
consumido
por el fuego tal vez también sobre mi rostro descanse una sonrisa
similar a
la de ese niño podría quedar grabada en ella después de mi muerte y
mientras
tanto, aún vivo, y antes de morir, quiero habla a mi Señor como un
hombre
viviente, una simple persona viviente, que tuvo la grande pero trágica
suerte de ser judío.
Estoy orgullos de ser judío, no ha pesar del trato que el mundo nos
dispensa, sino precisamente debido a ese trato, en virtud a ese
trato. Me
avergonzaría pertenecer a aquellos pueblos que engendraron, criaron y
educaron a esos malvados criminales responsables de los hechos que
se han
perpetrado contra nosotros, contra nuestro pueblo.
Estoy orgulloso de ser un judío porque, es un arte ser judío, porque es
difícil ser judío. No es ningún arte ser un inglés, americano o
francés,
puede que sea más fácil, más cómodo ser uno de ellos, pero no es más
honorable.
Sí, es un honor ser un judío. Soy feliz de pertenecer al pueblo más
infeliz
del mundo, cuyos preceptos representan lo más elevado y bello de la
moralidad y de las leyes. Preceptos violados y profanados por los
enemigos
de Di´s, nuestra Torá se volvió más sagrada y eterna todavía.
Yo creo que ser judío en un don innato. Se nace judío, tal como se nace
artista; es imposible renunciar a ser judío; éste es nuestro
atributo divino
que nos convirtió en el pueblo elegido. Yo creo en Ti, Di´s de
Israel, a
pesar de todo lo que has hecho para que no creyese más en Ti, creo
en tus
leyes, aún cuando no puedo comprender tus acciones. Y te lo digo
porque creo
en Ti, porque creo en Ti más que nunca, porque ahora sé que Tú eres mi
Di´s. Por que indudablemente no eres, no puedes ser, el Di´s de
aquellos
cuyos actos son la expresión más atroz de una ausencia militante de
Di´s. Si
Tú no fueses mi Di´s, ¿El Di´s de quien serías?, ¿El Di´s de los
asesinos?
La muerte no puede esperar más y tengo que terminar mi escrito.
El tiroteo desde los pisos superiores, encima de mí, se apaga
lentamente.
Están cayendo los últimos defensores de esta fortaleza y con ellos
cae y
muere Varsovia. El sol se está poniendo, en una hora más a lo sumo,
estaré
reunido con el resto de mis hijos, de mi familia y con los millones de
masacrados de mi pueblo, en ese mundo mejor donde Di´s es el único
soberano.
Te he seguido aún, cuando me has rechazado, he seguido tus
mandamientos aún,
cuando me has arrojado a la tierra, torturado hasta la muerte y
convertido
en objeto de vergüenza, escarnio y ridículo; y estas son mis últimas
palabras hacia Ti, mi airado D-s, has hecho todo lo posible para
hacerme
perder tu fe en Ti pero muero exactamente como he vivido, creyendo
en Ti
inconmoviblemente.
Bendito sea por siempre Di´s, el de la verdad y el juicio, que pronto
volverá a mostrar Su rostro al mundo y sacudirá sus cimientos con Su
voz
todopoderosa.
¡Escucha Israel, el señor, nuestro Di´s es único¡
¡En Tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu¡
SHEMA ISRAEL HASHEM ELOKEINU HASHEM EJAD.
creo en el amor aun cuando no lo siento;
creo en Di's aun cuando calla"
(Inscripción encontrada en la ciudad de Colonia, Alemania
sobre el muro de un sótano en el que un grupo de Judíos permaneció
escondido
durante toda la guerra.)
Trascripción de la Carta de Josef Racover de Tarnopoll en el Guetto de
Varsovia.
En una de las ruinas del gueto de Varsovia, entre montículos de
piedras y de
huesos humanos calcinados, metido en una pequeña botella tapada, se
encontró
el siguiente testamento escrito en las últimas horas de ese gueto
por un
judío llamado Josef Racover
Varsovia, 28 de abril de 1943.
Yo, Josef, hijo de David Racover de Tarnopoll, seguidor del Rabí de
Guer y
descendiente de los hombres justos y santos de las familias de
Racover y
Maizls, escribo estas líneas mientras las casas del Guetto de
Varsovia están
en llamas, y la casa donde estoy es una de las pocas que no arden
todavía.
Durante varias horas, estamos sometidos a un intenso fuego de
artillería que
estalla sobre nosotros y no falta mucho para que el concentrado cañoneo
reduzca a escombros los muros que me rodean y convierta esta casa,
como casi
todas las del gueto, en la tumba de sus habitantes y defensores.
A juzgar por los delgados e intensamente rojos rayos de sol que se
filtran
por la semitapada ventanita de mi cuarto, debe estar atardeciendo y
a punto
de caer la noche. Probablemente el sol no sepa qué poco voy a
lamentar no
volver a verlo.
Algo extraño nos ha sucedido, todos nuestros conceptos y
sentimientos han
cambiado.
Ahora la muerte, una muerte rápida, instantánea, nos parece
liberadora; los
animales salvajes me resultan tan queridos que me duele que se
compare con
ellos a esos malvados que sojuzgan Europa.
No es cierto que Hitler tenga algo de bestial. Estoy convencido de
que es un
típico producto de la humanidad actual. La humanidad entera lo
engendró y
educó, y él es quien sinceramente mejor expresa sus más íntimos y
ocultos
deseos.
Sentía vergüenza ante un perro por ser un hombre y no un animal. A ese
estado espiritual hemos llegado: la vida es una desgracia; una
calamidad; el
animal un ideal; el día, un espanto; la noche, un refugio.
Millones de personas en el vasto mundo, enamorados del día, del sol
y de la
luz, no tienen la más remota idea de cuánta oscuridad y desdicha nos ha
traído el sol, vuelto instrumento en manos de malvados para
descubrir las
huellas de quienes huyen.
Cuando mi mujer, mis hijos y yo, seis en total nos escondimos en los
bosques, la noche, sólo la noche nos acogía en su regazo. El día nos
entregaba a nuestros perseguidores y asesinos. Recuerdo con dolorosa
claridad, el día que los alemanes barrieron con fuego nutrido a los
miles de
refugiados en la carretera de Grotne a Varsovia.
Los aeroplanos aparecieron con la salida del sol y perseveraron en
su tarea
asesina durante el día entero, sin darnos tregua.
En esa masacre pereció mi esposa con nuestro hijito de siete meses en
brazos, y ese mismo día desaparecieron otros dos de mis cinco hijos
restantes, desaparecieron sin dejar huella, eran David y Yehuda, uno de
cuatro y otro de seis años de edad.
Al anochecer, un puñado de sobrevivientes continuaba su camino a
Varsovia, y
yo, con mis otros tres hijos, comenzamos a buscar en los campos y en
los
bosques de la masacre, a los otros dos niños; la noche entera los
llamamos y
solo el eco nos contestaba, nunca más vi a mis dos niños. Y más
tarde un
sueño me dijo que estaban en manos de D-s. Mis otros tres hijos
murieron en
el término de sólo un año en el Guetto de Varsovia.
Rújele, mi hija de 10 años, oyó que era posible encontrar mendrugos
de pan
en el basural público fuera de los muros del guetto. El guetto padecía
hambre en esa época y la gente que moría por inanición yacía en las
calles
como andrajos amontonados. La gente del guetto estaba preparada para
enfrentar cualquier muerte, menos la del hambre.
Rújele no me había contado nada sobre su plan de escurrirse fuera del
guetto, lo cuál estaba penado con la muerte; ella y una amiguita de
la misma
edad, emprendieron el peligroso viaje, dejó la casa al abrigo de la
oscuridad y, al salir el sol ambas fueron avistadas del otro lado de
los
muros del guetto; guardias nazis y decenas de sus agentes polacos,
comenzaron la persecución de las dos niñas judías, que se
aventuraron a la
búsqueda de un pedazo de pan en un tacho de basura.
Los que presenciaron y presenciamos esta cacería desde las ventanas, no
podíamos creer lo que veíamos. Decenas de malvados poseídos de una
furia
homicida persiguiendo a dos hambrientas niñas de diez años como si
fuesen un
par de peligrosísimos criminales en fuga; no pudieron soportar mucho
esa
competencia desigual; una de ellas, mi hija corriendo con sus últimas
fuerzas, cayó exhausta al suelo y los nazis le le clavaron una
bayoneta en
la cabeza, la otra niña escapó pero dos semanas más tarde falleció
trastornada.
El quinto de mis hijos Jacob, un niño de 13 años, murió de
tuberculosis el
día de su Bar Mitzvat, y la muerte fue una liberación para él; mi
última
hija Jaya, de 15 años, pereció durante un Kender – Action (Operación de
niños), que comenzó con el alba del último día de Rosh Hashaná y
término al
amanecer.
Al caer esa noche centenares de familias judías habían perdido a sus
hijos.
Ahora llegó mi turno. Y como Job, puedo decir de mí, y no soy el
único que
puede decirlo, que vuelvo a la tierra desnudo, tan desnudo como el
día que
nací.
Tengo 43 años, y al mirar mi pasado, puedo afirmar, hasta donde un
hombre
puede estar seguro de sí mismo, que la mía fue una vida honesta y
que amé a
Di´s con todo mi corazón. Fui bendecido con éxitos, pero nunca me he
jactado
de ellos; mis posesiones fueron extensas y mi casa siempre abierta
para el
necesitado; yo servía a Di´s con entusiasmo y mi solo pedido era que
El me
permitiese honrarlo con todo mi corazón, con toda mi alma y con
todas mis
fuerzas.
Tengo aún tres botellas de gasolina, son tan preciadas para mí como
el vino
para el borracho. Después que vacié una voy a meter en la botella
vacía el
papel en el que estoy escribiendo estas líneas y voy a esconderlas
entre los
ladrillos de la semitapada ventanita de esta habitación. Si alguien
encuentra alguna vez y lee estas páginas, tal vez comprenda los
sentimientos
de un judío, de uno entre millones que murieron.
Éramos doce en esta habitación al comenzar el levantamiento; durante
nueve
días combatimos al enemigo; mis once camaradas cayeron muriendo
silenciosamente en la batalla, incluyendo el pequeño de 5 años que
vino aquí
solo Di´s sabe cómo, y ahora yace muerto cerca mío luciendo en su
cara una
sonrisa como la de los niños que sueñan pacíficamente; también este
niño
murió con la misma calma épica que sus camaradas mayores.
Yo estoy recostado en el suelo escribiendo estas líneas, rodeado de
mis
compañeros muertos. Dentro de una hora o dos, si mi rostro no es
consumido
por el fuego tal vez también sobre mi rostro descanse una sonrisa
similar a
la de ese niño podría quedar grabada en ella después de mi muerte y
mientras
tanto, aún vivo, y antes de morir, quiero habla a mi Señor como un
hombre
viviente, una simple persona viviente, que tuvo la grande pero trágica
suerte de ser judío.
Estoy orgullos de ser judío, no ha pesar del trato que el mundo nos
dispensa, sino precisamente debido a ese trato, en virtud a ese
trato. Me
avergonzaría pertenecer a aquellos pueblos que engendraron, criaron y
educaron a esos malvados criminales responsables de los hechos que
se han
perpetrado contra nosotros, contra nuestro pueblo.
Estoy orgulloso de ser un judío porque, es un arte ser judío, porque es
difícil ser judío. No es ningún arte ser un inglés, americano o
francés,
puede que sea más fácil, más cómodo ser uno de ellos, pero no es más
honorable.
Sí, es un honor ser un judío. Soy feliz de pertenecer al pueblo más
infeliz
del mundo, cuyos preceptos representan lo más elevado y bello de la
moralidad y de las leyes. Preceptos violados y profanados por los
enemigos
de Di´s, nuestra Torá se volvió más sagrada y eterna todavía.
Yo creo que ser judío en un don innato. Se nace judío, tal como se nace
artista; es imposible renunciar a ser judío; éste es nuestro
atributo divino
que nos convirtió en el pueblo elegido. Yo creo en Ti, Di´s de
Israel, a
pesar de todo lo que has hecho para que no creyese más en Ti, creo
en tus
leyes, aún cuando no puedo comprender tus acciones. Y te lo digo
porque creo
en Ti, porque creo en Ti más que nunca, porque ahora sé que Tú eres mi
Di´s. Por que indudablemente no eres, no puedes ser, el Di´s de
aquellos
cuyos actos son la expresión más atroz de una ausencia militante de
Di´s. Si
Tú no fueses mi Di´s, ¿El Di´s de quien serías?, ¿El Di´s de los
asesinos?
La muerte no puede esperar más y tengo que terminar mi escrito.
El tiroteo desde los pisos superiores, encima de mí, se apaga
lentamente.
Están cayendo los últimos defensores de esta fortaleza y con ellos
cae y
muere Varsovia. El sol se está poniendo, en una hora más a lo sumo,
estaré
reunido con el resto de mis hijos, de mi familia y con los millones de
masacrados de mi pueblo, en ese mundo mejor donde Di´s es el único
soberano.
Te he seguido aún, cuando me has rechazado, he seguido tus
mandamientos aún,
cuando me has arrojado a la tierra, torturado hasta la muerte y
convertido
en objeto de vergüenza, escarnio y ridículo; y estas son mis últimas
palabras hacia Ti, mi airado D-s, has hecho todo lo posible para
hacerme
perder tu fe en Ti pero muero exactamente como he vivido, creyendo
en Ti
inconmoviblemente.
Bendito sea por siempre Di´s, el de la verdad y el juicio, que pronto
volverá a mostrar Su rostro al mundo y sacudirá sus cimientos con Su
voz
todopoderosa.
¡Escucha Israel, el señor, nuestro Di´s es único¡
¡En Tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu¡
SHEMA ISRAEL HASHEM ELOKEINU HASHEM EJAD.