miércoles, 6 de febrero de 2013

Josef Racover Habla a Dios

 "Creo en el sol aun cuando no alumbra;
 creo en el amor aun cuando no lo siento;
 creo en Di's aun cuando calla"
 (Inscripción encontrada en la ciudad de Colonia, Alemania
 sobre el muro de un sótano en el que un grupo de Judíos permaneció
escondido
 durante toda la guerra.)


 Trascripción de la Carta de Josef Racover de Tarnopoll en el Guetto de
 Varsovia.


 En una de las ruinas del gueto de Varsovia, entre montículos de
piedras y de
 huesos humanos calcinados, metido en una pequeña botella tapada, se
encontró
 el siguiente testamento escrito en las últimas horas de ese gueto
por un
 judío llamado Josef Racover


 Varsovia, 28 de abril de 1943.

 Yo, Josef, hijo de David Racover de Tarnopoll, seguidor del Rabí de
Guer y
 descendiente de los hombres justos y santos de las familias de
Racover y
 Maizls, escribo estas líneas mientras las casas del Guetto de
Varsovia están
 en llamas, y la casa donde estoy es una de las pocas que no arden
todavía.

 Durante varias horas, estamos sometidos a un intenso fuego de
artillería que
 estalla sobre nosotros y no falta mucho para que el concentrado cañoneo
 reduzca a escombros los muros que me rodean y convierta esta casa,
como casi
 todas las del gueto, en la tumba de sus habitantes y defensores.

 A juzgar por los delgados e intensamente rojos rayos de sol que se
filtran
 por la semitapada ventanita de mi cuarto, debe estar atardeciendo y
a punto
 de caer la noche. Probablemente el sol no sepa qué poco voy a
lamentar no
 volver a verlo.

 Algo extraño nos ha sucedido, todos nuestros conceptos y
sentimientos han
 cambiado.

 Ahora la muerte, una muerte rápida, instantánea, nos parece
liberadora; los
 animales salvajes me resultan tan queridos que me duele que se
compare con
 ellos a esos malvados que sojuzgan Europa.
 No es cierto que Hitler tenga algo de bestial. Estoy convencido de
que es un
 típico producto de la humanidad actual. La humanidad entera lo
engendró y
 educó, y él es quien sinceramente mejor expresa sus más íntimos y
ocultos
 deseos.

 Sentía vergüenza ante un perro por ser un hombre y no un animal. A ese
 estado espiritual hemos llegado: la vida es una desgracia; una
calamidad; el
 animal un ideal; el día, un espanto; la noche, un refugio.

 Millones de personas en el vasto mundo, enamorados del día, del sol
y de la
 luz, no tienen la más remota idea de cuánta oscuridad y desdicha nos ha
 traído el sol, vuelto instrumento en manos de malvados para
descubrir las
 huellas de quienes huyen.

 Cuando mi mujer, mis hijos y yo, seis en total nos escondimos en los
 bosques, la noche, sólo la noche nos acogía en su regazo. El día nos
 entregaba a nuestros perseguidores y asesinos. Recuerdo con dolorosa
 claridad, el día que los alemanes barrieron con fuego nutrido a los
miles de
 refugiados en la carretera de Grotne a Varsovia.
 Los aeroplanos aparecieron con la salida del sol y perseveraron en
su tarea
 asesina durante el día entero, sin darnos tregua.


 En esa masacre pereció mi esposa con nuestro hijito de siete meses en
 brazos, y ese mismo día desaparecieron otros dos de mis cinco hijos
 restantes, desaparecieron sin dejar huella, eran David y Yehuda, uno de
 cuatro y otro de seis años de edad.

 Al anochecer, un puñado de sobrevivientes continuaba su camino a
Varsovia, y
 yo, con mis otros tres hijos, comenzamos a buscar en los campos y en
los
 bosques de la masacre, a los otros dos niños; la noche entera los
llamamos y
 solo el eco nos contestaba, nunca más vi a mis dos niños. Y más
tarde un
 sueño me dijo que estaban en manos de D-s. Mis otros tres hijos
murieron en
 el término de sólo un año en el Guetto de Varsovia.

 Rújele, mi hija de 10 años, oyó que era posible encontrar mendrugos
de pan
 en el basural público fuera de los muros del guetto. El guetto padecía
 hambre en esa época y la gente que moría por inanición yacía en las
calles
 como andrajos amontonados. La gente del guetto estaba preparada para
 enfrentar cualquier muerte, menos la del hambre.

 Rújele no me había contado nada sobre su plan de escurrirse fuera del
 guetto, lo cuál estaba penado con la muerte; ella y una amiguita de
la misma
 edad, emprendieron el peligroso viaje, dejó la casa al abrigo de la
 oscuridad y, al salir el sol ambas fueron avistadas del otro lado de
los
 muros del guetto; guardias nazis y decenas de sus agentes polacos,
 comenzaron la persecución de las dos niñas judías, que se
aventuraron a la
 búsqueda de un pedazo de pan en un tacho de basura.

 Los que presenciaron y presenciamos esta cacería desde las ventanas, no
 podíamos creer lo que veíamos. Decenas de malvados poseídos de una
furia
 homicida persiguiendo a dos hambrientas niñas de diez años como si
fuesen un
 par de peligrosísimos criminales en fuga; no pudieron soportar mucho
esa
 competencia desigual; una de ellas, mi hija corriendo con sus últimas
 fuerzas, cayó exhausta al suelo y los nazis le le clavaron una
bayoneta en
 la cabeza, la otra niña escapó pero dos semanas más tarde falleció
 trastornada.

 El quinto de mis hijos Jacob, un niño de 13 años, murió de
tuberculosis el
 día de su Bar Mitzvat, y la muerte fue una liberación para él; mi
última
 hija Jaya, de 15 años, pereció durante un Kender – Action (Operación de
 niños), que comenzó con el alba del último día de Rosh Hashaná y
término al
 amanecer.
 Al caer esa noche centenares de familias judías habían perdido a sus
hijos.

 Ahora llegó mi turno. Y como Job, puedo decir de mí, y no soy el
único que
 puede decirlo, que vuelvo a la tierra desnudo, tan desnudo como el
día que
 nací.

 Tengo 43 años, y al mirar mi pasado, puedo afirmar, hasta donde un
hombre
 puede estar seguro de sí mismo, que la mía fue una vida honesta y
que amé a
 Di´s con todo mi corazón. Fui bendecido con éxitos, pero nunca me he
jactado
 de ellos; mis posesiones fueron extensas y mi casa siempre abierta
para el
 necesitado; yo servía a Di´s con entusiasmo y mi solo pedido era que
El me
 permitiese honrarlo con todo mi corazón, con toda mi alma y con
todas mis
 fuerzas.

 Tengo aún tres botellas de gasolina, son tan preciadas para mí como
el vino
 para el borracho. Después que vacié una voy a meter en la botella
vacía el
 papel en el que estoy escribiendo estas líneas y voy a esconderlas
entre los
 ladrillos de la semitapada ventanita de esta habitación. Si alguien
 encuentra alguna vez y lee estas páginas, tal vez comprenda los
sentimientos
 de un judío, de uno entre millones que murieron.

 Éramos doce en esta habitación al comenzar el levantamiento; durante
nueve
 días combatimos al enemigo; mis once camaradas cayeron muriendo
 silenciosamente en la batalla, incluyendo el pequeño de 5 años que
vino aquí
 solo Di´s sabe cómo, y ahora yace muerto cerca mío luciendo en su
cara una
 sonrisa como la de los niños que sueñan pacíficamente; también este
niño
 murió con la misma calma épica que sus camaradas mayores.
 Yo estoy recostado en el suelo escribiendo estas líneas, rodeado de
mis
 compañeros muertos. Dentro de una hora o dos, si mi rostro no es
consumido
 por el fuego tal vez también sobre mi rostro descanse una sonrisa
similar a
 la de ese niño podría quedar grabada en ella después de mi muerte y
mientras
 tanto, aún vivo, y antes de morir, quiero habla a mi Señor como un
hombre
 viviente, una simple persona viviente, que tuvo la grande pero trágica
 suerte de ser judío.

 Estoy orgullos de ser judío, no ha pesar del trato que el mundo nos
 dispensa, sino precisamente debido a ese trato, en virtud a ese
trato. Me
 avergonzaría pertenecer a aquellos pueblos que engendraron, criaron y
 educaron a esos malvados criminales responsables de los hechos que
se han
 perpetrado contra nosotros, contra nuestro pueblo.
 Estoy orgulloso de ser un judío porque, es un arte ser judío, porque es
 difícil ser judío. No es ningún arte ser un inglés, americano o
francés,
 puede que sea más fácil, más cómodo ser uno de ellos, pero no es más
 honorable.

 Sí, es un honor ser un judío. Soy feliz de pertenecer al pueblo más
infeliz
 del mundo, cuyos preceptos representan lo más elevado y bello de la
 moralidad y de las leyes. Preceptos violados y profanados por los
enemigos
 de Di´s, nuestra Torá se volvió más sagrada y eterna todavía.


 Yo creo que ser judío en un don innato. Se nace judío, tal como se nace
 artista; es imposible renunciar a ser judío; éste es nuestro
atributo divino
 que nos convirtió en el pueblo elegido. Yo creo en Ti, Di´s de
Israel, a
 pesar de todo lo que has hecho para que no creyese más en Ti, creo
en tus
 leyes, aún cuando no puedo comprender tus acciones. Y te lo digo
porque creo
 en Ti, porque creo en Ti más que nunca, porque ahora sé que Tú eres mi
 Di´s. Por que indudablemente no eres, no puedes ser, el Di´s de
aquellos
 cuyos actos son la expresión más atroz de una ausencia militante de
Di´s. Si
 Tú no fueses mi Di´s, ¿El Di´s de quien serías?, ¿El Di´s de los
asesinos?

 La muerte no puede esperar más y tengo que terminar mi escrito.
 El tiroteo desde los pisos superiores, encima de mí, se apaga
lentamente.
 Están cayendo los últimos defensores de esta fortaleza y con ellos
cae y
 muere Varsovia. El sol se está poniendo, en una hora más a lo sumo,
estaré
 reunido con el resto de mis hijos, de mi familia y con los millones de
 masacrados de mi pueblo, en ese mundo mejor donde Di´s es el único
soberano.

 Te he seguido aún, cuando me has rechazado, he seguido tus
mandamientos aún,
 cuando me has arrojado a la tierra, torturado hasta la muerte y
convertido
 en objeto de vergüenza, escarnio y ridículo; y estas son mis últimas
 palabras hacia Ti, mi airado D-s, has hecho todo lo posible para
hacerme
 perder tu fe en Ti pero muero exactamente como he vivido, creyendo
en Ti
 inconmoviblemente.
 Bendito sea por siempre Di´s, el de la verdad y el juicio, que pronto
 volverá a mostrar Su rostro al mundo y sacudirá sus cimientos con Su
voz
 todopoderosa.
 ¡Escucha Israel, el señor, nuestro Di´s es único¡
 ¡En Tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu¡

 SHEMA ISRAEL HASHEM ELOKEINU HASHEM EJAD.