jueves, 12 de diciembre de 2013

DIOS DINERO Y VIDA HUMANA

  


Dinero y razón.
“Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”, La modernidad piensa sin saber que a fin le conduce: La evidente crisis ontológica la expresa Marx al plantear: Todo lo sólido en el aire se desvanece, Nietzsche y su Dios a muerto, y, Weber con: el fin del encantamiento, fue el principio del caos epistemológico, se había derrumbado el cimiento que sostenía toda razón y esperanza, “Hemos de decir todavía que a este respecto se impone una inmensa labor critica reconstructiva: es preciso llevar a cabo el más profundo y el más exhaustivo examen de todos los postulados que sobreentiende, con una desenvoltura verdaderamente sorprendente, un pensamiento que, tras haber despojado al espíritu de sus atributos y de su capacidad ontológica, no deja de conferirle en el mismo grado algunas de las más terribles prerrogativas de Aquel a quien tal pensamiento se imagina haber destronado”. Ésto equivaldría a la demostración de Dios, a la teología que trata a Dios como si perteneciera al ser ontológico occidental o a la percepción; equivaldría al optimismo que una teología pueda enseñar, que la religión debe esperar, pero sobre todo la que el filosofo calla. El aparente asesinato de Dios fue efectuado sin conocimiento previo de las consecuencias fatales que se sembraron en la modernidad y hoy vemos los putrefactos frutos.
Ante esta separación entre Dios y el hombre, existía un factor culmen más allá de las constantes tesis y crisis epistemológicas, éticas, políticas, cayo en la cuenta que el dinero era lo más cercano a ser como Dios, lo más sagrado, todo poseedor de riqueza era gobernador, poseedor de todos los bienes, placeres, deleites y gozos en este mundo, y sí no existe Dios y la vida después de la muerte, éste era el dios perfecto al el cual adorar, y sí este hombre, es decir, el hombre concreto es el Yo solo, la voluntad individual o el Único, en efecto, el egoísmo integral es la afirmación del hombre, de ser hombre solo en el mundo y su Yo, en efecto, ya nada puede sujetar al hombre que no sea su propio interés egoísta, ni la religión ni el estado ni la sociedad ni la moral puede sujetar al hombre y sí Dios ha muerto todo es licito[49]. La soledad radical del individuo moderno que socava la relación con el otro, en efecto, es el otro la única amenaza verdadera, capaz de quitar el dinero de las manos del poseedor de dicho metal.
Al desaparecer el fundamento ultimo de los valores, principios o normas que tengan objetividad y universalidad. Queda el hombre como fundamento sin fundamento (sin razón de ser) de los valores, ésta es la razón que le hace expresar a Marx al plantear: Todo lo sólido en el aire se desvanece, Nietzsche; Dios a muerto, y, Weber con: el fin del encantamiento. Y sucede que a medida que se cree menos Dios, es decir, en la resurrección e inmortalidad consciente, personal y concreta, se exagerará más el valor de la pobre vida pasajera.  
El dinero es lo único interés sustentable, capaz de sostener un nuevo orden, de dirigir el comportamiento moral, y la afirmación de que el hombre es el ser para la muerte, el dinero se presenta como la tesis de que la vida terrenal es lo único que el hombre tiene, como lo expresa Shakespeare es lo único verdadero:
"¡Oro!, ¡oro maravilloso,
brillante, precioso!
¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias
inconsecuentes! Un poco de él puede volver lo blanco, negro; lo feo,
hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo, noble". Se trata del dinero.
El dinero ha sido el principal factor de movimientos sociales, en todo el mundo, causa de guerras, revoluciones, de homicidios, creador de valores, el dinero es la divinidad del mundo, “El dinero: 1) Es la divinidad visible (die sichtbare Gottheit)...2) Es la prostituta universal (die allgemeine Hure)... La fuerza divina (göttliche) del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada (entfremdeten), enajenante (entäussernden) y autoalienante (veräussernden) del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad"[51]. La burguesía va rindiendo cada vez más tributo a este dios hasta convertirlo en su dios/fetiche favorito “El fetichismo de la mercancía se revela con particular claridad en el dinero. En la economía mercantil, el dinero constituye una formidable fuerza que da a quien lo posee un gran poder sobre los hombres. Todo puede comprarse con dinero. Se produce una sensación de que esta capacidad para comprarlo todo fuese una cualidad natural del oro”, esta relación del hombre con el dinero es semejante a la de los hombres primitivos que se hacían dioses con metales, madera o rocas creados por ellos mismos para adorarlos.
En esta tesis se afirma el dinero como aquel dios que liga al hombre, y que ha sustituido a Dios, que el ateismo no existe, pues sirve el hombre a un dios que ni siquiera el más astuto teórico, acepta esta adoración indirecta a él, o plenamente conciente de tal adoración lo manifiesta. Hemos demostrado que en la antigüedad el hombre por el miedo a la muerte se atiene a un dios que le de las pautas o normas principales para alcanzar la esperanza de la vida eterna, la esperanza que libera la caja de Pandora de ir al reino de Zeus para el griego y la esperanza del reino de Dios del judeo-cristiano; este dios-dinero no promete la vida eterna pero si la vida plena, la vida terrenal, la apetencia a la única vida conocida, la promesa de una vida realizadora, feliz mientras exista, anula la esperanza, el dinero dicta lo que es bueno y lo que es malo, de acuerdo a su utilidad y capacidad de generara riqueza, el hombre no tiene otra esperanza más que la de hacerse de dinero: el hombre moderno perdió la esperanza, desesperanzado andar en un mundo sin anhelos ni deseos que no sea otra cosa que el culto al dinero, amor al dinero, “una humanidad sin esperanza es una humanidad sin motor, condenada a ser embaucada por los pragmáticos de turno que invocan de forma fetichista la inmovilidad de las cuestiones de hecho, que en definitiva pretenden que la humanidad se pliegue desesperanzada a la opacidad de la realidad vigente. Estos pragmáticos son incapaces de imaginar y analizar las posibilidades reales abiertas a la novedad.”. Sin la esperanza ya todo es medido en la pragmatisidad en un mundo de cosas y no de personas, el rostro del otro es el que esboza esta palabra correctamente, el rostro jamás será una cosa, se le podrá tratar en una inhumanidad cruel como tal, pero el rostro nos denuncia que estamos ante algo lejano e inmensamente esplendido difícilmente comprensible, incomprensible como el sacrificio, el sacrificio del padre por el hijo, el novio por la novia, el enamorado por la amada, el hijo por su padre en la ancianidad, “No hay ni puede haber sacrificio sin esperanza, y un sacrificio que excluyera la esperanza seria un suicidio”. 
Para la burguesía todo es un objeto, todo es manipulable, la esperanza ha muerto, todo tiene un costo y se define en su utilidad e inutilidad, para el poseedor del dinero todo es posible en este mundo, tiene un precio, lo bueno y lo malo se define por lo útil o lo inútil, y todas las grandes matanzas, guerras, homicidios y genocidios son en nombre de este dios que rige sobre los grandes imperios mundiales. Cuando la esperanza ha muerto el bien y el mal ya no importan, y entonces sucede como Jacques Maritain enfatizaba: El mal se introduce en el mundo sustituyendo lo bueno por lo óptimo.   
La vida del hombre y su valor se define en su capacidad de utilidad, el obrero que se vende como mercancía al mejor postor, el inmigrante que sacrifica la vida con su esposa e hijos por rendirle culto a este dios-dinero, el gran Yo filosófico occidental se traduce en los magnos imperios capitalistas, es el Yo teórico que se aplica en la realidad. Todo dios exige un culto pero ¿Qué es el culto? Denominaremos culto al ofrecimiento gratuito de lo cultural al Absoluto -de allí el sentido del sacrificio de un animal, por ejemplo, en los pueblos pastores; o del fruto de la cosecha, en los pueblos agrícolas-. Al absoluto se le ofrece algo en signo de reverencia, honor, respeto. Lo ofrecido se destruye (se mata el animal, se quema el fruto) para significar que es sólo propiedad de la divinidad, ahora bien, ¿Qué es lo que pide o se ofrece este dios-dinero?
 En la modernidad hubo un hecho que cambio la cosmovisión del mundo, su impacto fue tan grande que fascino a todo el mundo Europeo, este hecho se le denomino “El descubrimiento de América”, La emoción no fue por los hallazgos científicos, etnológicos, botánicos, arqueológicos o zoológicos que se pudieran obtener del nuevo mundo ni por las civilizaciones que se encontraban allí sino por la riqueza que se pudiera obtener, sacar, explotar, de ese nuevo mundo, pero existía un problema, todas esas tierras y riquezas tenían dueños, en efecto, el sacrificio del dinero es el otro, lo que pide el dinero como sacrificio es la sangre del otro, en este caso el otro/mesoamericano, como la historia lo marca, a su llegada a América de los españoles comenzó la invasión y matanza, no había piedad ni de la que llevaba en el vientre a un hijo, el homicidio se dio plagado de crueldad y sadismo, al ver tan inmedible crueldad -los que emprenden una misión de profetas son los frailes- que a su llegada observan un mundo de asesinatos sin escrúpulos, los frailes denunciaban los asesinatos, pero con la crisis ontológica de la modernidad, y, con la razón instrumental que se sirve para justificar sus fines; se tenia que justificar la conquista, pero ¿Cómo? negando la humanidad del indígena americano “La determinación de lo que es humano y no, no es otra cosa que la determinación del hombre occidental, que deviene paradigma absoluto de la humanidad”, (este regateo de humanidad hasta el día de hoy existe, Leopoldo Zea lo explica en su libro “La filosofía en América como filosofía sin más”) como hasta el día de hoy se da justificación de la apropiación violenta de las riquezas, todo este genocidio exigía de manera urgente para los religiosos del dinero, una argumentación axiológica y filosófica que diera razón de sus actos, lo único que impedía la matanza y apropiación por medio de la violencia era Dios, la argumentación fue que los hombres americanos no eran hombres y por lo tanto eran animales, bárbaros de lo cual no había pecado en su caza, esclavitud y matanza de dichos infrahumanos, estas son la razones de la conquista e invasión: “La justa guerra contra las comunidades indígenas de América: 1) La inferioridad natural de los indígenas; 2) el deber de extirpar los cultos satánicos y, especialmente, la practica de los sacrificios humanos; 3) el deber de salvar a las victimas de estos sacrificios; 4) el deber de propagar el evangelio. (…). Siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir la dominación de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; dominación que les traería grandísimas utilidades, siendo además cosa justa, por derecho natural, que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, los hijos al padre, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien universal de todas las cosas. Este es el orden natural que la ley divina y eterna manda a observar siempre”. Bárbaro se le designa al hombre americano, su etimología es de origen griego, es una palabra griega, “bar, bar, bar” gentes de habla ininteligible, en efecto, para qué alguien sea catalogado como un hombre debe nacer, hablar y pensar como europeo, de ésta fina selección no se escaparon ni los hijos de los españoles nacidos en tierras americanas, pues, por el simple hecho de nacer en estas tierras se dudaba de su humanidad.
 Por el afán de dinero, y el interés inmediato, los indígenas debían de abastecer inmediatamente el máximo de riqueza y de rendimiento; por esta razón estructuran una ideología de tipo esclavista. Y, el esclavo es una especie de propiedad animada, un instrumento destinado a la acción, una cosa; o bien, tiene una virtud instrumental, una virtud de la cosa, que se despliega en pleno cumplimiento de su instrumentalización de su coseidad especifica, el esclavo es un ser infrahumano sin derecho de ser tratado como hombre sino como cosa útil.
Riqueza, tierras y esclavos se buscaba en América, era el sueño y las esperanzas de los europeos que pisaban suelo americano, para evadir y justificar la violencia e inhumanidad ante el vaticano con el papa Alejandro VI, se fundamentaba que los nativos del nuevo mundo son infrahumanos, “no poseen ciencia alguna, ni conocen la escritura, (…), practican el canibalismo, los sacrificios humanos y la idolatría, son incontinentes y libidinosos, no conocen la propiedad privada, son tímidos y cobardes para la guerra; si construyen casas, practican un cierto tipo de comercio y viven de manera racional de algún modo, es “solamente para demostrar que no son osos, ni changos, y que no están totalmente desprovistos de razón”. (…) merecen a penas la apelación de seres humanos”, los indígenas americanos están –para los europeos y su dios- más allegados a la in-humanidad, esto ponía un limite muy delgado entre humanidad y animalidad. En efecto, los indígenas americanos no son humanos afirmaron los encomenderos, lo mismo era matar a un indígena que a un perro, y su domesticación era lo mismo que los animales que se les doma.
 La historia la cuentan los vencedores: la historia es amoral pero la memoria de los vencedores la muestra moral. Pero si nos damos cuenta con -Walter Benjamín- que todo documento de cultura lo es, a su vez, de barbarie, entonces descubrimos que el progreso es el precio que los vencedores de la historia hacen pagar a los vencidos. Las aberraciones cometidas a favor del dinero disfrazado de evangelización, se evidencian en la conquista en múltiples textos: “… por el contrario, el contenido universal de la palabra evangélica se dice en la relación con el otro; Yo osé decir, y no lamento afirmarlo abiertamente, que si los predicadores quieren anunciar el evangelio acompañados del estrépito de las armas, ellos deberán por lo mismo ser indignos de suscitar la fe en sus palabras… La primera palabra de la evangelización según Las Casas es el reconocimiento del otro, inclusive y sobretodo en su resistencia. Esta es la palabra que dice <<Este no es porque yo tengo la verdad que vosotros debéis aceptar, sino porque yo estoy con vosotros y vosotros estáis conmigo y que nosotros constituimos un nosotros, un espacio de universalidad concreta, íntersubjetiva; sólo desde ese espacio se me confiere pronunciar una palabra con pretensión de verdad universal>>. Palabra de verdad que se expresa en la revelación con el otro, y que no es pues una verdad-cosa, pura y simplemente disponible. Palabra de verdad como re-creación de la verdad”. y no obstante el valiente Bartolomé delataba “las tiranías y opresiones, fuerza y agravios que padecen mis ovejas, los indios naturales de todo aquel obispado de los españoles, en especial de los excesivos tributos y vexaciones y en los servicios personales y en cargados como a bestias noches y días, y en tener muchos hombres y mujeres libres por esclavos...”.
 El nuevo Dios que resplandecía en la Europa capitalista naciente, Dios al cual inmolarán toda la periferia (América Latina primero, luego el África y el Asia), era el oro. Todo hombre del siglo XVI sabía que era el Oro era el verdadero dios del cristiano europeo, por el cual estaba dispuesto a matar, a inmolar y derramar la sangre de aquel que hubiera que quitárselo de las manos. Esta búsqueda de adoración del hombre europeo se hace evidente en toda la conquista.
La evangelización fue la primera excusa de la conquista como nos lo muestra la historia “entre estos pecadores (indios) andaba el diablo o que alguno destos hombres era el mismo Satanás”. Lo más paradójico es que la lucha contra los demonios (que eran los pobres indios) se hizo en nombre de los santos (que actuaban de hecho como demonios), Para pasar a lo que venían a adorar verdaderamente, esta adoración del europeo por su dios se da en toda América, en este caso en Cuba y en Perú: “Ya sabéis cómo se dice que los cristianos pasan acá -explica el cacique Hatuey de Cuba en el año 1511- (...) No lo hacen por eso sólo, sino porque tienen un dios a quien ellos adoran y quieren mucho y por haberlo de nosotros para lo adorar nos trabajan de sojuzgar y nos matan”. Y continúa el texto: “tenía cabe sí una cestilla llena de oro (...): -Véis aquí el dios de los cristianos, hagámosle si os parece areitos (que son bailes y danzas) y quizá le agrademos, y les mandará que no nos hagan mal (...)”. Tanto anhelaba el español el oro y la plata, que los indios del Perú llegaron a creer que el cristiano "comía plata y oro”[63]. En Colombia, nos dice Tomás de Ortiz que "vi que el dios y la administración que les enseñan y predican es: "Dadme oro, dadme oro”. Y en México. El amor al dinero se hace más palpable cuando aflora una vez consumada la conquista, y caen los pueblos indígenas a sus pies “… Vino de adelantado don Pedro de Alvarado con todos sus soldados y entraron por Chuaraal. Traían 200 indios tlaxcaltecas [y] mataron a todos los indios de Chuaraal que eran por todos trescientos mil […]. Y vístose los indios atormentados les dijeron a los españoles que no les atormentaran más, que ahí les tenían mucho oro, plata, diamantes y esmeraldas que tenían los capitanes Nehaib Ixquín[…]. Y luego se dieron a los españoles y se quedaron con ellos, y este capitán Nehaib convido a comer a todos los soldados españoles y les dieron de comer pájaros y huevos de la tierra”. Con Cortés, “se hace requisa de oro, se investiga a las personas, se les pregunta si acaso un poco de oro tienen, si lo escondieron en su escudo, o en sus insignias de guerra, si allí lo tuvieron guardado”. Y la denuncia del Obispo de Chuquisaca " Avrá quatro años que, para acabarse de perder esta tierra, se descubrió una boca del ynfierno por la qual entra cada año gran cantidad de gente, que la codicia de los españoles [europeos] sacrifica a su dios(dinero), y es una mina de plata que se llama Potosí".  Y el cura Morelos al decir al pueblo "Abrid los ojos americanos, no os dejéis seducir por vuestros enemigos; ellos no son católicos sino por política; su Dios es el dinero [...] ¿Creéis acaso que no puede ser verdadero católico el que no está sujeto al déspota español? ¿De dónde nos ha venido este nuevo dogma, este nuevo artículo de fe?"[68]. La conquista quedó así consagrada por el nuevo dios europeo de la Edad moderna o imperial: el dios dinero. La nueva religión e ideología del reino de dios era de “estar-en-la-riqueza”, este fue en verdad el dios con el que se evangelizo en la conquista, y fue el nuevo dios al que se le daría culto y se le ofrecería toda la sangre de América, para luego pasar al África negra y el Asia, y actualmente se inmolan o se le ofrecen al dios dinero las clases trabajadoras, la mujer, el niño, la persona dentro del vientre de la mujer, el anciano y el "pobre".
De esta manera se emprende la adoración a este dios/dinero que una vez que creyó destronar al dios Luterano en Alemania, y al dios de la cristiandad del medievo, dio rienda suelta a las pasiones, pues, sin un Dios que guié y prohíba, “todo se vuelve posible”. Valor supremo es el dinero, dinero que sobrepasa cualquier otra cosa, objeto u persona, este valor como punto fijo de toda estructuración axiológica de occidente, los valores occidentales hoy son puestos en duda gracias a su ineficacia y grotesca peculiar forma de aniquilar, sutil o descaradamente al hombre. Es así que los frutos que hoy se reciben no es otra cosa que el dinero como vocero y heraldo de lo bueno y lo malo, empero, la repulsión que se tiene por el Dios trascendental portador del no y del si, se hace cada vez más palpable, repulsión iniciada en la modernidad, impulsada por la burguesía ilustrada, hasta desencadenar un ateismo, ateismo que deja de creer en la riqueza de Dios pero cree en la riqueza del mundo. El ateo que niega al Dios totalmente trascendente, es el Yo egoísta occidental, es el pagano y el paganismo es una impotencia radical de salir del mundo, y es por eso por lo que sitúa a sus dioses en el mundo (dinero). Con el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepúltamiento de las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias occidentales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista, que ama el dinero y lo sitúa como su dios en un monoteísmo fundamental. Este dios/dinero justifica la barbarie cometida en la conquista de América, origino la primera guerra mundial, al pelear las naciones por el reparto de las colonias y tierras de Asia, África y Oceanía, propicio el holocausto judío de la segunda guerra mundial, pues en ese momento los que tenían la hegemonía económica en Europa, y en especifico en Alemania: eran los judíos, incito las revueltas de cómo debía administrase el dios/dinero en   capitalismo, socialismo o comunismo, inicio la llamada “guerra fría” entre capitalistas encabezados por EE.UU. y socialistas representados por la U.R.S.S. la guerra de Vietnam, Corea del Norte, la revolución cubana, el muro de Berlín que dividía capitalistas de socialistas, son muestras de esto. Por otra parte la brutal guerra de descolonización de Asia y África, en donde países dominantes sometían y explotaban brutalmente a sus colonias sobretodo en Pakistán, y el estado de Bangladesh fruto de los conflictos por dinero, en África se evidencio esta pelea, -en especial- en el Congo Belga, Angola, Mozambique y Guinea Bissau, con la revolución de los Claveles contra Portugal. En la actualidad siguen las luchas por el dinero, la guerra por el llamado: oro negro o “petróleo”. Ésta búsqueda de riqueza justifica las múltiples guerras como: la del Golfo Pérsico, la guerra contra Irak, y la aún no resuelta, la guerra árabe-israelí que es el corazón de la región petrolera más rica del mundo.
El hombre puede vivir sin Dios pero no sin religión, explicaba Augusto Comte. De esta manera comienza la historia de la religión de un hombre que ama el dinero, En realidad, ha aparecido un nuevo dios: el oro, la plata, el dinero, pero disfrazado con otro nombre y bajo otra liturgia. Ahora los sumos sacerdotes son los ingleses y estadounidenses sus teólogos franceses (su éxodo la historia de emancipación burguesa de la tiranía del feudalismo y la Iglesia católica), su organización el "pacto industrial" que desde la metrópoli compraba cada vez más baratas las materias primas de las neocolonias. Este dios/dinero se reviste en la historia de la humanidad de nuevas palabras pero no dejan de ser adoración y religión del dinero. Sus emblemas y excusas ya no es la evangelización, ahora se llama ahora “cultura”, “progreso”, “libertad”, “ciencia”, “positivismo”, “materialismo”, “técnica”, “industria”, pero el pueblo de los indios, indígenas, campesinos, obreros suburbanos y marginados, sigue siendo inmolado a los nuevos “dioses”. “la violencia constituye el corazón verdadero y el alma secreta de lo sagrado”. Porque “es el dios el que reclama víctimas; sólo él en principio se satisface del humo de los holocaustos”. La inclinación hacia el dios/dinero, es decir, la acumulación originaria viene a desempeñar en economía política el mismo papel que desempeña en teología el pecado original. La acumulación inicial indica el hecho de que algunos acumulaban riquezas y otros acabaron por no tener ya nada que vender más que su pellejo: "De este pecado original arranca la pobreza de la gran mayoría, que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabajan, no tienen nada que vender más que sus personas.
El hombre de la modernidad apuesta en el dinero su vida, en un egoísmo planteado por la filosofía occidental que deja desnuda y lejana la relación con el prójimo, el otro sin su fundamento de inviolabilidad que le aporta Dios dueño del sí y del no (al que se cree haber matado), queda a la intemperie, en un pragmatismo frió e indiferente a la vida de un hombre que se ve como mercancía, y su valor se pondera en su utilidad e inutilidad, es así como las más grandes aberraciones, matanzas y genocidios son aceptados y justificados por una razón sin fundamento moral. El capitalismo es la gran religión del yo occidental, es la prostituta Babilonia, La globalización la propicio el capitalismo y el amor al dinero, que quiere enlazar a las naciones en relaciones económicas, pero que excluye a los otros inservibles. El dios dinero desglosa una antropología filosófica, el hombre es un Yo, solo, único, egoísta, pero sobretodo, interesado, y lanza un mandamiento “Amate a ti mismo por sobre todas las cosas, Te amaras a ti y solo a ti; con todo tu corazón; con toda tu mente y con todas tus fuerzas”, en esta preposición no existe lugar para el otro, -todos pueden morir menos el Yo-, el hombre así entendido se repliega en si mismo, en efecto, la muerte del otro es predecible, “no hay lugar para el otro en el Yo, la Totalidad” la muerte del otro, el otro/aborto, el otro/eutanasia, el otro/indigente, otro/pobre, otro/forastero, otro/prójimo es inminente y necesaria. La lejanía entre Yo occidental y el otro como prójimo semita se sitúan lejos de su comprensión ética, pero que en la muerte afirma el deseo de no morir, “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este Mundo Tenebroso…”.
La religión y el orden social van de la mano, "la religión y el fundamento (Grundlage) del Estado son una y la misma cosa; son idénticas en y para sí [...]. Considerar la conexión existente entre el Estado y la religión es tema que trata adecuadamente la filosofía de la historia universal". El orden que sustenta la monarquía y el sistema feudal de la edad media, aceptaba que el gobernador era el soberano elegido por Dios para tomar ese puesto, es decir, era el designo de Dios que pone al rey en el trono para gobernar sin objeción alguna, en efecto, al derrocar el sistema feudal y monárquico por la burguesía, la religión fundamenta el Estado, empero, el dios que se adora es el dinero, y los que desean obtener un puesto en el Estado, lo que hacen es buscar una cartera, dinero, ejemplo claro son: las revoluciones que pretendían la libertad, igualdad, fraternidad y justicia terminaron siendo las más grandes tiranías que los mismos reyes monárquicos y los señores feudales. Si la historia nos revela la crueldad y tiranía de los conquistadores al tomar y tener el control en América, así mismo, ésta crueldad y tiranía es superada por los gobernantes de un América emancipada, así lo plasma Simón Bolívar al escribir una carta a un colega “He tenido el poder durante veinte años y no he sacado más que algunas conclusiones seguras. Primero, América es ingobernable para nosotros. Segundo, aquel que hace una revolución labra la mar. Tercero, la única cosa que se podría hacer en América es emigrar. Cuarto, este país caerá infaliblemente en las manos de pequeños tiranos”, la mayoría de revolucionarios que se sublevan ante las desigualdades, terminan siendo incluso más tiranos que los del antiguo régimen. El dios/dinero y su religión corrompen al neófito adorador y a sus sacerdotes. Este dios/dinero aunado al Yo Único occidental exige sacrificios. Al absoluto se le ofrece algo en signo de reverencia, honor, respeto. Lo ofrecido se destruye (se mata el animal, se quema el fruto) para significar que es sólo propiedad de la divinidad, La sangre del otro/prójimo es el culto que se le ofrece al dinero, de ahí, la constate justificación de la muerte del otro, por dinero se mata, se desprecia, se humilla, se aniquila, se secuestra, se roba, -como cual cobarde que asesina por la espalda-.
El dinero es el dios que dicta lo bueno y lo malo, lo bueno es lo que produce ganancias y lo malo es lo que hace perdidas económicas, “La totalidad/dinero es entendida como un orden global que viola al individuo, midiéndolo bajo el criterio de su aportación útil al conjunto”.el otro/necesitado se muestra como estorbo, como la desaportación al conjunto, tanto en la producción económica, como en lo social, político y ético, y por lo tanto inservible, desechándole, molesto e incomodo, en efecto, las clínicas de abortos asesinan al otro/indefenso por su inutilidad, desprecio a su capacidad de pedir y ser molesto, el dinero exige su culto en su sangre derramada, se mata por dinero, la fabricación de armas, de condones, de sustancias nocivas legales por amor al Dinero y su culto es el otro devorado por el dios/dinero que exige su sangre; es la necesidad de justificar la muerte del otro lo que impulsa el amor al dios/dinero; por eso, explicaba Sepúlveda al tener que justificar la muerte del nativo americano que obstaculizaba el afán de riqueza de los españoles, “El ser naturalmente inferior es el otro(…) La determinación de lo que es humano y no, no es otra cosa que la determinación del hombre occidental, que deviene el paradigma absoluto de la humanidad.  Esta ausencia de Dios origina ésta crisis ontológica que deriva en la confusión más radical que existe en el hombre, de ahí la frustración de Sartre que se resigna al afirmar que la verdad es imposible de alcanzar por la razón y que lo único que tiene el hombre es la libertad, es decir, ¿Cuál es el valor del hombre? y todavía más profundo ¿Qué es el hombre? ¿Por qué obrar el bien? queda para el pensamiento occidental como lo sin respuesta, la expresión que pone más en evidencia esta crisis nos la aporta -el asesino de Dios-, el propio Federico Nietzsche: “Nosotros los que conocemos nos desconocemos a nosotros mismos”. La contemplación solipsista del ser y su muerte, sin un Dios se representa como la nihilidad total, y la permanencia del ser helénico, es el circulo que no conduce a nada y lo único seguro es que aguarda la muerte, ésta afirmación es la declaración de occidente, el hombre es el ser para la muerte de Heidegger, Freud y Sartre, el dios del mundo y en el que se refugia el hombre es el dinero, es decir, si la muerte es el fin trágico del hombre el dinero aporta sentido a la vida egoísta del ser más solitario del mundo, y, el amar al dinero es lo que más hace olvidar ese fin trágico y lúgubre, quedando la relación con los otros/prójimos como fría, absurda, y se declarar como lo sin respuesta, la relación con el otro sólo depende de su utilidad y las ganancias que aporte y lo inútil debe ser aniquilado.
El haber subido en un pedestal al dinero/dios los frutos no dejan de ser evidentes, en efecto, en un mundo que se deja guiar y regir por esta deidad, postula que lo verdaderamente valioso en y por si mismo es el dinero, -cuánto tienes, cuánto vales- en esta frase se resume lo que se puede considerar digno en un mundo en el que reina el dinero, es por eso, que la dignidad y el valor del hombre en cuanto hombre no existe, queda oculto a los ojos del que ama y sirve a este dios, la dignidad del hombre queda reducida en la concepción de un hombre-cosa, hombre-mercancía que se vende o se mide de acuerdo a su utilidad a la totalidad. Sí el hombre es tratado como fin en si mismo o como medio, cae sin alternativa alguna de reducirlo a un utilitarismo, Kant ha fracasado y junto con el todo el humanismo occidental, en donde la realidad sobrepasa a las teorías éticas o humanistas, en donde el hombre no ve por el hombre, sino por su interés y su egoísmo. El Ser es interés, es Egoísmo. El hombre nunca a dejado de ser religioso, siempre ha adorado a un dios/fetiche, que le da seguridad, consuelo, sentido, protección, pero que en su soberbia se ha declarado ateo, el ateismo más radical es de aquel que aún creyendo que no cree, adora irónicamente a un dios que aún no ha descubierto, y además inconscientemente da culto en cada negación que hace al otro que amenaza en su proximidad de pedir aunque sea un pedazo de pan. El verdadero ateismo: es de aquel que niega la adoración del dios/dinero, este ateismo debe ser practicado en todo el occidente, para ser un buen ateo. Este párrafo entiende muy bien, el verdadero sentido del ateo ideal que preciso dar a conocer, que pinta para la actualidad el ideal de vida y los rasgos del verdadero ateo y filósofo: “Aquel que ha llegado a formar parte de esta minoría (…), y que por otra parte ha percibido bien la demencia de la multitud... y a la manera del caminante que, sorprendido por una tempestad, se arrima a un paredón para resguardarse de la tromba de polvo y agua empujada por el viento... se da por satisfecho si puede él vivir, limpio de injusticia y de acciones impías, esta vida de aquí abajo, y salir de ella, cuando le toque salir, en la serenidad de la buena conciencia y con la hermosa esperanza”. DINERO