¿Qué es Chingar?
Todos los
mexicanos desde nuestras primeras palabras casi viene inmerso este vocablo
chingar, palabra violenta que desgarra nuestros buenos modales y corroe las
buenas costumbres, los niños la expresan con picardía y euforia, y los adultos
con ira y odio, palabra siempre prohibida pero que saca a relucir los
verdaderos sentimientos. Todos la pronuncian más no todos saben lo que
significa, los más pobres y rezagados académicamente la conocen en la vida más
nunca la reflexionan, y los que la reflexionan se dan cuenta de tanto mal y la
excluyen de su vocabulario, aunque siempre y en ciertos momentos la llegan a
decir esbozando perfectamente sus sentimientos, tal parece que en varios sitios
de américa latina se ocupa, pero eso en este momento no me compete, de lo que
me compete es explicar esta palabra y su sentido en México, si bien es cierto
la mentalidad popular mexicana es sometida, enclaustrada, cerrada, frustrada,
violenta, agresiva consigo misma, domesticada, traumada por un sentimiento de
inferioridad, siempre admirada por lo que hacen los demás (malinchismo), fácil
de convencer, viciosa, poco critica, pasiva, temerosa, alienada, la cultura y
la pedagogía oculta en México ha dicho que no podemos crear, innovar, formar,
que se nació para trabajar, para ser mandados, sometidos, para no ser
productivos, para que elijan por nosotros y son muy pocos los que no escuchan
esta voz y se atreven a arriesgar, a cambiar, a romper cadenas, ante todo esto,
algunos filósofos y pensadores mexicanos ya habían detectado este malestar
social y cultural, el primero en sacar a relucir un poco de estos traumas
nacionales fue Samuel Ramos en su libro “Psicoanálisis del mexicano” que dio a
relucir bastantes traumas heredados de malas administraciones políticas,
dictaduras, conquistas, violaciones, a lo cual el mexicano se quedó
estupefacto, tembloroso y temeroso ante el poderoso conquistador, y opto por
resignarse y someterse, viendo a los conquistadores como todopoderosos,
superiores en rasgos físicos como mentales, con ideas, innovaciones, con poder,
casi como semidioses, a lo cual el antiguo mexicano eligió someterse, anhelar
ser como el patrón, y despreciarse como raza inferior, desarrollándose síntomas
anárquicos hacia el mismo, creando mecanismos de defensa como el machismo y la
parodia sarcástica de sí mismo (El mexicano ve su pobreza, miseria, ignorancia
con picardía, con gracia, no se angustia en sentirse mal, prefiere verse con
humor), la historia del chingar viene marcada con agresividad, violencia tal
que asustaba y escarmentaba al más estoico pensador occidental, pensamientos
tales que plasmo muy bien Octavio paz en su libro “Laberinto de la soledad”, el
antiguo mexicano estaba acostumbrado a hacer y a recibir las cosas por
esfuerzo, por honor, hasta incluso al morir tenía que hacerse merecedor de
llegar a Mictlán-Ometeotl, el lugar de descanso de los muertos, por una larga
travesía tenía que eludir descarnados obstáculos para llegar a descansar en
paz, el conquistador tomo por la fuerza sin mérito alguno, robo, violo, mutilo
y menoscabo cuanto ambicionó, es lo que designaría en una primera perspectiva
histórica “chingo” a los antiguos pobladores de américa, esta historia, aunque
los libros de texto de primaria y secundaria nos la pinte de decorosa y buena,
no necesitamos leerla, la llevamos puesta todos los días, como un tatuaje de
los reos judíos de Auschwitz, herida que hasta la fecha parece ser que
ha cicatrizado ficticiamente, pero en el fondo no se ha encontrado la cura para
tal llaga, en este contexto se puede decir que es un pueblo acostumbrado a ser
conquistado, a ser dictaminado, gobernado, dócil a la palabra del conquistador,
con la mirada abajo, menospreciado, recriminado psicológicamente a sentirse
nada comparado con otros, feo, traumado. Todo esto favoreció históricamente a
tener un pueblo domesticado, a ser violentado sin oponer resistencia, a tener
una mentalidad de sometimiento, que siempre se le ha dicho que no es nada, se
doblega ante un patrón, ante el Señor, ante el dueño, sometido hasta en su
forma de hablar y vivir, aceptando las miserias que se le dé, pues, incluso
piensa que no es merecedor de nada, moral de esclavo es la que se tiene,
acostumbrado a ser mandado, ordenado, a no tomar decisiones por el mismo, por
el temor a errar, el Patrón tiene la razón, esto provoca una
bipolaridad en un sentido de hipocresía, ante el patrón se muestra dócil y
obediente, y ante sus semejantes envidia y recelo, temor de que el otro pueda
caer en la gracia del Patrón, sus relaciones con sus semejantes se muestran
cautelosas “tierra de hipocresía” pues, las injurias, difamaciones y chismes
son potencialidades de ser despedido del trabajo, en el fondo surge una
necesidad de caer en la gracia del patrón, para sentirse querido, apreciado,
estimado, reconocido por aquel que tiene el poder, la riqueza, la capacidad de
someter y aniquilar, el querer sentirse protegido, como el padre que cuida del
hijo (en este caso sería el perro, pero al fin y al cabo “protegido”). Moral de
esclavo siempre frustrado, siempre ávido para lambisconear aprecio del Amo,
esto desglosa una actitud anárquica con sus semejantes, pues es con ellos que
se atreve a ser como realmente es, ya sea agresivo, ya sea alegre, ya sea que
se desquite con sus semejantes todo lo que le hacen sufrir o ya sea que
demuestre toda su capacidad de amar que le hacen suprimir. Todo esto divide el
país en dos sectores sociales: esclavos y amos, las masas mexicanas
están acostumbradas a ser dóciles al amo, a someterse, a no cuestionar, a
obedecer, no saben lo que es ser libre, es más, le tienen miedo a la libertad.
Esta historia arremete en contra del mexicano todo su dolor, le recuerda quién
es y cómo es, de dónde ha salido y hacia dónde va, pocas mentes mexicanas se
resisten a esta historia, pocos son aquellos mexicanos que luchan contra estas
arbitrariedades.
La palabra chingar en el esbozo
de Octavio Paz se deriva de la historia violentada de Doña Marina alias “La
Malinche” una mujer tomada por Hernán Cortes como su lengua (traductora) o por
qué no decirlo descarnadamente: su prostituta privada cada vez que tenía ganas
de quitarse la calentura, una mujer usada, manipulada, amenazada, despojada de
su dignidad, humillada, violada, engañada, sufrida, ultrajada, traicionada,
atormentada (aunque muchos historiadores de la Malinche la defiendan era la prostituta
de Cortes), está mujer en la historia
forma parte de una primera traición a la raza, es como algunos la explicaban,
“la Eva mexicana”, símbolo del desprecio de su gente, del odio, repulsión y
asco de sus semejantes, símbolo de la fascinación por los extranjeros y
repugnancia de los suyos, símbolo de la traición, de ahí que malinchismo, sea como
la etimología lo desglosa: Todo lo que rodea a Malinche, todos esos
calificativos grotescos y despectivos en los que la historia la escribió. Se
puede decir en una segunda noción que la Malinche se la
<<chingaron>> y al mismo tiempo <<chingo>> a su pueblo.
Todo esto nos demuestra el gran
bagaje simbólico de esta palabra, que cuando se transforma en verbo, es el
verbo más agresivo que se puede conocer en nuestro léxico, con sus diferentes
anfibologías, verbo que desde la tradición bíblica diríamos que es el verbo del
demonio, diríamos que la palabra
chingar es homicida desde un principio, maligno, cruel, asesino, que
hace del mundo mexicano una selva, no hay compasión en este verbo ni piedad, la
vida para el mexicano es una oportunidad de chingar o de ser chingado, una
oportunidad de humillar o de ser humillado, de hacer fracasar a otro o que te
hagan fracasar, de violentar o de ser violentado, no hay valores que rijan a
este verbo, siempre interesado en su beneficio sin importar como se haga para
lograr comodidad, entonces chingar es: hacer violencia con el otro, penetrar en
su persona por la fuerza sin su consentimiento, es traspasar al otro brutalmente
y descarnadamente para doblegarlo, someterlo, forzarlo, humillarlo, matarlo, enseñarle
quien manda al otro para alcanzar un fin, es el olvido y al mismo tiempo
destrucción de todos los valores, aquí no cabe el humanismo, ni la dignidad y
mucho menos el amor, es el odio repulsivo y total hacia el otro para herirlo, asesinarlo
pero a diferencia del homicida, éste mata con un fin: lograr la comodidad, el
poder, superioridad, incluso la felicidad. Esta definición nos traerá el
sentimiento de cada conjugación en cada tiempo de este verbo, chingar se ha
vuelto una costumbre, una cultura que da sus perversos frutos, <<chingarnos
unos a otros como otros nos ha chingado>>.
Este sentimiento tiene una raíz
psicológicamente demostrable y racional, es un mecanismo de defensa, así como
la violencia es el último recurso del incompetente[1], de esa misma manera chingar es
el último recurso del acomplejado de inferioridad, este complejo hace que se
quiera destacar a costa de lo que sea, se destaque en el deporte, en un
trabajo, en un juego, etc., es la competencia de ver quién es el más “chingón”,
y competencia no por mejorar o sobresalir, sino en el mal sentido de la palabra
competencia por demostrar quién es el que sabe chingar más y mejor, y esto
nuestra cultura lo respeta, lo admira, lo anhela, lo desea, tiene mérito, aquel
que sabe conseguir lo que quiere no importando los medios para obtenerlo, desde
seducir a una mujer hasta tramitar una ilegalidad, no importa lo que se haga
siempre y cuando se logre el fin, engañar, robar, utilizar, prometer, estafar,
sobornar, lambisconear, hacer una amistad, es la vida de lo que comúnmente se llama “chingón” esta derivación del verbo
homicida designa aquel: que es bueno violentando a los otros, es una persona
con mañas, tretas, habilidades, destrezas, astucias, malicias, atropellos para vivir
a costa de los demás, el mundo del mexicano se va en chingar, este malestar de
inferioridad que se encarna en un chingón que es la representación
menoscaba del machismo: “sentimiento amargo de alegría,
dulce estupor de cruel felicidad, amarga sensación de ser alguien en esta vida,
satisfacción irónica dolorosa de humillar a sus semejantes vulnerables, desde
la mujer golpeada, humillada, usada y violada hasta los hijos abandonados,
golpeados, traumados por un padre alcohólico, drogadicto, adultero, violento,
agresivo, infiel. Un Chingón en nuestra concepción machista es aquella persona
que es buena haciendo lo malo: golpeando, alcoholizándose, robando, timando,
estafando, engañando, adulterando, es aquel que somete por la violencia a la
esposa, tanto que ésta le permita tener amantes e incluso hijos fuera de la
unión conyugal, y aun así la esposa lo perdone y lo ame, eso es la
manifestación cruda y real de un chingón en México. Surge de esta manera la
contraparte de un chingón es un pendejo, es la manifestación de aquel
que no es ávido para salirse con la suya, estúpido para hacer el mal, no sabe
mentir, embaucar, convencer, robar, ser infiel, es aquel que paga las
consecuencias de ser incompetente chingando, es la victima del chingón.
Machismo más allá de un
sentimiento de hombría, es la manifestación de debilidad encubierta, es el odio
encolerizado de ver el triunfo y éxito de los demás, disfrazándolo de
indiferencia y engriéndose de ser muy hombre, es el recelo envidioso de ver
ganar a los demás, encubriendo esa envidia en hombría, “No
somos buenos en ciencia, tecnología, arte, deportes, pero somos muy hombres,
muy machos”[2]
.El mundo mexicano está hecho por hombres, la mujer en el mundo mexicano
(así como Aristóteles) esta consideraba semejante a un animal doméstico, muy
bien lo esboza Sor Juana Inés de la Cruz cuando escribe:
Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?
Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?
Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
El machismo tiene como objeto de
violencia a la mujer, a la hembra, a la débil, vulnerable, pasiva,
potencialidad de recibir mal, humillada, vejada, la mujer en el machismo es
objeto de manipulación, de uso, de utilización, de satisfacción, de servidumbre,
siempre vulnerable, objeto de seducción, de lujuria, de placer, cosificación
real de uso y desuso, siempre reprimida, doblegada, el principal objeto para
chingar es la mujer, el chingón pone sus ojos concretamente en la mujer, mujer
símbolo de la chingada, símbolo de padecer el mal y
portar el mal, símbolo de potencialidad perenne de sufrimiento, la mujer entra
en este infernal verbo cuando es humillada por el varón, por macho, de ahí que
la seducción en nuestro país no sea símbolo de romanticismo, más bien símbolo
de engaño, de violación, de atropello, chingar a una mujer significa haber abusado de ella,
haberse burlado de ella, poseerla al grado de casi violarla, haber mentido,
prometido con la única finalidad de gozar de su cuerpo, disfrutar de sus
placeres y sus caricias, irrumpir en su cuerpo sin amarla, penetrarla sin
desearla, esto refleja amargo enorgullecimiento del hombre, cruel satisfacción
y una risa sátira y cínica llena de grotesca felicidad, vanagloria cruel de
haber amancillado a una mujer. Chingada se refiere directamente a esa pasividad
y potencialidad de padecer, burlada por la fuerza, sufrir violaciones en su
persona, de esta manera se estructura la idea de debilidad, la mujer porta el
fruto de una intromisión voluntariosa y depredadora, en una sujeción
involuntaria a un engendro que el varón (macho) nunca deseo, un hijo de la
chingada es un hijo de una violación, de una seducción mezquina y maligna que
se gozaba en hacer sufrir y engañar a la chingada. Una mujer en México aunque
se enamore y voluntariamente se entregue a un varón, este se la chinga. Irónica
circunstancia romántica que disfraza la intención del amor, la mujer siempre
está a la espera, aguardando cautelosamente, es la recibe, la que toma, la que
padece, la que aunque no lo quiera va a ser chingada. La mujer es tan
menospreciada que el vocabulario así lo demuestra, la madre es lo golpeado, lo
vulnerable, lo violentado, cuando se expresa: ¡esta de la madre! Horrible,
asqueroso, mal hecho, o cuando alguien quiere amenazar con golpearlo se
expresa: ¡te voy a dar en tu madre! (o en toda tu madre), cuando alguien ofende
se expresa airosamente: ¡tu madre! cuando alguien esta hastiado de ser
molestado, fastidiado de ser irrumpido se expresa brutalmente: ¡Chinga a tu
madre! A veces da la impresión de que la mujer en la cosmovisión mexicana no
vale nada.
El machismo en el mexicano es
poder, autoridad, omnipotencia ante los demás, todos deben reconocer su hombría
a base de fuerza, de violencia absurda y sin sentido, desde golpear a una
mujer, a pegar a sus hijos hasta matar a quien lo ofenda, estas aptitudes son
muy comunes en el pueblo mexicano, la plebe, el vulgo mexicano, alcohol,
cantinas, bares, prostitutas, drogas, violencia intrafamiliar, infidelidad,
adulterios, madres solteras, cosas que abundan en este estrato social, ¿Quién
es el más macho? ¿Quién es el más hombre? Es el que toma más alcohol sin
emborracharse, el que se mete con más mujeres, el que es un desobligado y se
gasta todo en los bares, el que tiene hijos con distintas mujeres, el que sabe
pelear y es más golpeador, este macho mexicano anda por la vida hiriendo,
violando, humillando, golpeando, alienado en su bravura esboza una risa
demoniaca, irresponsable y desobligado ante sus hijos y su amantes, perdido en
su poder ficticio se vuelve estúpido y no responde ni por su familia y mucho
menos por la sociedad, aportando más a la miseria, pobreza, odio y al rencor,
que a su sociedad y cultura, retorcida mascara de falso poder y prestigio ante
una sociedad que lo aborrece, el falso poder de sentirse rey siendo un
pordiosero.
Esta alienación del machismo y
chingar a sus semejantes (el pueblo chinga al pueblo, el pueblo matando al
pueblo) deja un siniestro sabor, un panorama lleno de dudas e incertidumbres,
el machismo se vuelve pues un desprecio a sí mismo y a su realidad viviendo una
realidad ficticia de poder y seguridad, tal parece que el pueblo mexicano anda
con un niño abandonado por sus padres buscando afecto y reconocimiento de lo
que nunca pudo ser, buscando un regazo, un consuelo, un poco de sosiego, un
poco de aceptación, alguien que lo acepte tal y como es, sin seguir fingiendo
dureza, fuerza, grandeza a base de un dolor, una máscara que oculte sus
flaquezas sin seguir engrandeciéndose ficticiamente a base del reconocimiento
de los chingados, chingar a sus semejantes para querer sentirse reconocido,
sentirse alguien, inmerso en un pueblo sufrido que lleva en sus cicatrices la
humillación, la tortura, la denigración, la explotación, la opresión de una
historia que lo obliga y empuja a alienarse en falsos sentimientos de grandeza,
y que no hace otra cosa más, que lo que le han enseñado “chingar”.
El mundo se compone de
contrarios, bueno y malo, bonito y feo, justo e injusto, ser y no ser. El mundo
mexicano se compone en dos partes: chingados y chingones (los que chingan), opresores
y oprimidos, esclavos y amos, siempre la parte vulnerable es la chingada, la
mermada, aplastada, esto crea una psicosis y estigmas sociales. La sociedad
mexicana se rige en dos: Ricos (poder de chingar) y pobres (potencialidad de
ser chingados), el rico tiene un sentimiento de poder divino, de seguridad ante
sus semejantes de imposición de respeto ante los pobres, (es curioso analizar
la psique mexicana, pues los ricos en México no son mexicanos, son extranjeros,
y el mexicano no acepta a otro mexicano por encima de él, y le da primacía al
extranjero, de tal magnitud es ésta psique, que todos los extranjeros ricos que
entran al país quedan asombrados de la capacidad de servidumbre y sometimiento
hacia sus personas, es por eso, que no les es muy difícil hacer riqueza en
México, el mexicano gusta y está acostumbrado a servir al extranjero) es decir,
el mexicano acepta ser chingado por otro que no sea un semejante a él, esta
mentalidad repulsiva hacia sí mismo, hace que nunca pueda acabar de permear
esta batalla con los fantasmas de la herencia histórica y social que lo ha
formado y que le ha dado las armas para defenderse ante sus prójimos, su raza,
su gente, su sangre, pero lo deja imposibilitado para defenderse ante el que
viene de fuera. Mentalidad sometida y servicial, mentalidad de esclavo que no
deja de sangrarse a sí mismo en los suyos, como si fuera una
autoflagelación, es decir, una agresión violenta y destructiva hacia sí mismos,
utilizada en momentos de frustración, angustia, perdida creando así la solución
determinada para encontrar alivio ante
los problemas propios de la psique mexicana. Este conflicto interno lleva
siglos con nosotros, y ya nadie se atreve a cambiarlo, pareciera que es mejor
aceptarlo. La mentalidad de esclavo, mentalidad servicial es muy común en el
pueblo de México, esto nulifica la capacidad de inventiva, iniciativa o innovación,
cierra la posibilidad de pensar y de ser libre, con el temor a errar o a la exclusión
social se deja arrastrar por la corrientes de moda, aceptando y copiando de
manera defectuosa las tendencias vanguardistas, ante un pueblo servicial,
esclavo y aunado a eso ¡no piensa! Queda a merced de cualquier embaucador que
venga al país. Esto es en mi definición la manera más colosal de la palabra chingar.